
En 1977 el coste de la energía solar estaba nada más y nada menos que en 40 dólares por vatio. Desde entonces no ha hecho más que reducirse, pero sobre todo en los últimos años, y a un ritmo exponencial. Ya conocimos los planes de la compañía Direct Wafer para abaratar en un 20% los paneles solares basados en silicio. Pero algo parecido ocurrió con las láminas solares, pues la compañía Kyung-In Synthetic creó una nueva versión más resistente de esta tecnología.
Estas células solares son tan finas como el papel. Requieren de una impresora industrial para su fabricación, siguiendo un proceso que es relativamente económico, La inversión más importante que hay que hacer es para la propia impresora. A diferencia de los paneles, estamos ante un material fotovoltaico que es flexible, y que rápidamente ha ido perfeccionándose, pasando de una eficacia del 3% al 20% en un par de años. Para que nos hagamos una idea de su productividad, una película solar de 10 x 10 cm es suficiente para generar entre 10-50 vatios por m2.
Otro inconveniente que frenó el crecimiento de esta tecnología fue su vulnerabilidad a la humedad, pudiendo dar lugar a una contaminación por plomo en caso de rotura. Es aquí donde entra la empresa Kyung-In Synthetic, creando nuevos recubrimientos que alivian estos problemas de las células solares impresas.
Hay gente que señala que otro freno para la expansión de las láminas solares es la ausencia de canales apropiados de distribución a gran escala. Es desde luego todo un reto para comunidades remotas, y para ello ya se está pensando en el establecimiento de un sistema cooperativo, como las cooperativas de agricultores de Ruanda.

Escrito a partir de un post de Inhabitat.
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