La instalación de alumbrado público alimentado por energías renovables se está convirtiendo en una tendencia en China. Está apoyada por un plan quinquenal gubernamental que financia a la industria de protección del medio ambiente, el cual está experimentando un crecimiento anual del 15%.
En algunas de las carreteras y zonas de aparcamiento ya se están viendo farolas que funcionan por paneles fotovoltaicos y pequeñas turbinas, situadas en el propio báculo. Estas instalaciones están conectadas a la red eléctrica, de tal manera que vierten a ella el exceso de producción de electricidad. Cuentan con lámparas LED, sensores inteligentes que activan el alumbrado cuando el día oscurece, apagándose mediante un controlador automático que puede ser ajustado a un periodo de tiempo determinado (entre 8 y 10 horas cada día).
Estas farolas sostenibles están diseñadas para durar al menos veinte años, y tener un mantenimiento mínimo anual.
Parece que la obsesión de China por tener solo una producción de bajo coste va a quedar atrás, ya que ahora se ha introducido también en la hoja de ruta la innovación. Por eso no debiera extrañarnos que pronto se convirtiera en líder mundial en tecnología verde. Hasta hace poco el 80% de la tecnología solar y eólica que se instalaba en China venía de empresas extranjeras. Pero hoy día el 75% del mercado del país ya se abastece de la producción nacional.