Aquí tenemos claro que en el futuro todos los vehículos serán eléctricos y conducirán solos. La tecnología necesaria para ello se irá aplicando en favor de la seguridad, economía, y respeto por el medio ambiente. Seguramente en el transporte público se verán trasladados estos cambios, como ya están demostrando los PRT (Personal Rapid Transit). Estos vehículos, también llamados PODCars (o Ultra), ya funcionan en el aeropuerto londinense de Heathrow. Un modelo coreano -Vectus- ya fue probado en Uppsala (Suecia), y uno de estos dos se implantará en la ciudad ecológica de Masdar (Emiratos Árabes).
Pero ¿qué es un PRT?
Los PRT son vehículos eléctricos, con batería propia, que circulan sin conductor por vías especiales (generalmente elevadas). Tienen capacidad para 4-6 personas, y pueden funcionar con recorridos de punto a punto, sin escalas. Utilizar un PODCar es como ir en un taxi sin conductor, que circula a unos 40km/h. No contamina y es muchísimo más seguro. Están dirigidos desde un centro de control informatizado, y cada PRT lleva su propio sistema de seguridad y guía.
Se podría decir también que el sistema de transporte PRT aporta todas las comodidades del vehículo privado al sistema de transporte público tradicional. No hay que hacer colas o esperar a que llegue el próximo vehículo (es casi inmediato). No hay que seguir unos horarios, ni hacer una ruta larga para llegar a un destino… Utilizar un PRT es no tener que esperar, te lleva directamente al destino elegido por la ruta más corta, y funciona la 24 horas del día. Es un 50% más eficiente energéticamente que los autobuses o los trenes, y un 70% más que los coches privados.
Frente a un sistema de transporte por monorail, ele PRT demuestra una mayor eficacia y rapidez para el usuario, pues tiene un trazado más diverso. No hay más que comparar los esquemas de uno y del otro para entender mejor las bondades del utilizado por el PODcar:
Un sistema de transporte por PRT viene a costar unos 25 a 40 millones de dólares por milla (incluyendo vías, vehículos y estaciones). Eso es bastante menos de los 100-300 millones que vale la milla de una línea de metro subterránea. Por eso, sólo hace falta que las implantaciones de Londres, Uppsala, y Masdar (y otras que se están estudiando) demuestren su eficacia, para que en un futuro no muy lejano los veamos en otras ciudades, y con redes más extensas.