
Hay gente que no soporta muy bien pasar muchas horas al día sentada en el escritorio, como Paul McMullin (de Ennis, Montana) que decidió hacer algo que le ayudara a salir de su rutinario trabajo de invierno y de paso le despejara la mente. La solución: una cabaña de madera en la pradera.
Para Paul este no es el primer refugio que construye -o amplía-, él llama a esta coqueta vivienda la “pequeña casa de la pradera”. Tiene unas dimensiones de 14×16 pies (4,27×4,88m) con un pequeño porche en la entrada de 1,22m de anchura que ocupa todo el frontal, y por dentro está sin determinar demasiado, dejando esa tarea para el comprador.
Lo mejor de esta casita de madera es que, a pesar de tener un diseño clásico, es muy sencilla en sus detalles, no tiene esos adornos que a tanta gente le molesta.

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