First Light fue la única propuesta procedente del hemisferio sur que pudimos encontrar en el Solar Decathlon 2011. Era la casa prefabricada desarrollada por el equipo de Victoria University of Wellington. Este modelo estaba inspirado en la tradicional vivienda de vacaciones de Nueva Zelanda (kiwi bach).
Hay que felicitar al equipo de la casa First Light, porque este proyecto fue el ganador de la prueba de ingeniería. En esa prueba se valora la funcionalidad, eficacia, e innovación de los sistemas de generación y control energéticos. Unos paneles fotovoltaicos y un par de placas de tubos de vacío se encargan de abastecer de energía y agua caliente a la vivienda, respectivamente. Pero los paneles no están colocados directamente sobre la cubierta, ya que el equipo de Nueva Zelanda diseñó una plataforma de madera de cedro para soportar todas las placas solares. Esto es algo que ya conocíamos de algunos análisis de casas prefabricadas realizados en IS-ARQuitectura. Se hace así con el fin de mantener más fresca la cubierta del edificio.
Este proyecto incluye una instalación de control que ofrece información en todo momento sobre el uso de la energía, agua, y datos meteorológicos, con una interfaz interactiva. Hay también un innovador armario para el secado rápido de la ropa, a través de un intercambiador de calor del agua calentada por los tubos de vacío. Otro punto destacable es que el aislamiento de la casa se realizó con lana reciclada de oveja.
Más detalles de la casa First Light
First Light fue también muy valorada por el jurado en la prueba de Arquitectura, con la segunda mejor nota. Es una casa pensada para una pareja, pero cuenta con recursos para adaptarse cuando hay invitados. Por eso posee muebles convertibles en el salón, que crean un segundo dormitorio. Su distribución es bastante sensata, y está muy bien proporcionada. Aquí se le da un especial protagonismo a la zona central, con una estupenda mesa de comedor, diseñada especialmente para la vivienda. También hay un gran lucernario de triple acristalamiento justo encima. Es la parte más singular, pues permite disfrutar dentro como si se estuviera al aire libre, además de poder ocultarse con unas persianas.
Así que, podemos decir que el encanto de la casa neozelandesa está más dentro que fuera, al menos en sus aspectos arquitectónicos, con un acabado exterior de cedro rojo. Su puntuación en ingeniería fue más que merecida, percibiéndose su calidad en los 231 planos de su proyecto.
A esta vivienda se le estimó un valor de $303.000 (dólares americanos), situándola en la mitad de la tabla de clasificación (9ª) en lo que a asequibilidad se refiere. Cuando terminó el concurso, volvió a ser empaquetada y trasladada en barco a su país. Allí funcionó como residencia para una familia; eso sí, fue monitorizada por el equipo que la ha diseñado, con el fin de estudiar su rendimiento.